viernes, noviembre 30, 2007

Miedos y esperanzas

Todas las maneras de sentirse uno feliz se parecen entre sí, pero los desdichados ven siempre en su infortunio un caso personalísimo. Este comienzo tan citado de la impresionante novela Ana Karenina de Leon Tolstoi me sirve para hablar de los miedos y esperanzas en un mundo en que el bienestar está cada vez más generalizado pero la pobreza también está más extendida.

Paradójicamente, el miedo, esa perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario, lo encontramos en los más afortunados de las sociedades avanzadas. Tenemos miedo a la inmigración, al cambio climático, al crecimiento de China o India, a la fuerza o debilidad del euro o del dólar, miedo a no saber qué pasa en la sociedad con más conocimientos de la historia. miedo al otro, miedo a la siniestralidad del tráfico, miedo a sentirnos observados por el Gran Hermano universal que controla todos nuestros movimientos, nuestras cuentas, miedo a nuestra fotografía fiscal en manos de la Agencia Tributaria.

Nos podemos sentir felices, pero siempre con el hilo de la desdicha de los infortunios que nos puedan sobrevenir. Miedo a este gigantesco drama de lo transitorio, miedo a no perder la salud, el trabajo, las amistades o el afecto de los más próximos. Miedo a ser sepultado en el olvido.

Este miedo global contrasta con la esperanza de los que tienen poco o nada. La esperanza de cuantos abandonan su patria, los suyos, su cultura y sus raíces, arriesgando sus vidas en busca de un horizonte vital más digno. Esperanza en poder adaptarse en la tierra de acogida con un doble objetivo: ganarse medianamente bien la vida y ayudar a los que han quedado detrás.

Un mileurista, por poner un ejemplo, tiene más esperanza que quien vive bajo el paraguas protector de tener un trabajo fijo y bien remunerado. Es más creativo, conoce el valor del esfuerzo, sabe que hay muchos miles de colegas que viven en esa misma situación. A cuantos afirman que la juventud de hoy es peor que la nuestra les diría que no es del todo cierto.

He aprendido tantas cosas de los inmigrantes que han irrumpido masivamente en nuestra sociedad, que ya quisiera que su esperanza y optimismo se transmitieran a los que estamos más o menos acomodados y satisfechos. Estamos infectados por un virus de insatisfacción que no se neutraliza teniendo más poder, más recursos, más fama o reconocimiento públicos.

Los que vienen de lejos o los que están en el universo mileurista, los desfavorecidos, los parados y los que atraviesan una grave enfermedad, los ancianos que tienen que sobrevivir con menos de 500 euros, son cada vez más numerosos, globalmente son mayoría.

Son un contrapunto inquietante. Los miedos son nuestros y la esperanza la tienen ellos porque tienen poco que perder. Es la ambivalencia de la modernidad que puede convertir en optimista a quien menos tiene y pesimista a los que lo tenemos casi todo.

Publicado en La Vanguardia el 29 de noviembre de 2007

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Sr. Foix:
Toda la razón del mundo en sus comentarios sobre el miedo a perder a los tuyos, al olvido.
Es quizás el peor de los sentimientos humanos.
J.J.

Anónimo dijo...

El peor de mis miedos es saber que si falta mi familia no podrá seguir con las espectativas que ahora tenemos, aunque cada día sean más complicadas.

Anónimo dijo...

A mi la única esperanza que me queda es que cuando me jubile pueda haber guardado algo para poder llegar a final de mes, si tengo que fiarme de mi pensión lo tengo claro.

P@P@LLoN@ GRoG@ dijo...

Hola, don Luis:
hace tiempo que no me perdía por estas páginas, y no era por miedo, sino poroqué he hecho otras cosas.Y me he encontrado con un artículo en el que se reflejan actitudes de miedo que he pensado muchas veces.Hay gente muy afortunada que cree que no tiene nada que hacer en la vida más que aguantar porqué tienen un puesto de trabajo fijo.No se dan cuenta de que su propio miedo a cambiar, a arriesgarse, es lo que les tiene colocados en el punto en el que están.Siempre digo que el 'diablo' es el que instauró el miedo. O acaso el miedo es el propio 'diablo'.Nuestro propìo e íntimo 'diablo'.
Un beso de valentía.

BartolomeC dijo...

Sr.Foix: Vivimos una época en la que ser realista es tachado de pesimismo.

Anónimo dijo...

Sr Foix:Ni sin miedo ni con miedo, en el punto justo acostumbra estar el equilibrio.Un saludo

Anónimo dijo...

Es curioso, hay una cosa que no ha cambiado desde mi infancia .Cuando me ponía malita ,aún siendo de un resfriado simplón ,tenía un enorme miedo a morir y siempre deseaba estar buena cuanto antes para ir a correr,saltar,cantar y hacer todo lo que tumbada en una cama no podía. Este sentimiento me gusta conservarlo,pues me enseña a verme de vez en cuando como una hormiguita en el universo.

Empiezo con el sincero pensamiento de una niña,porque ellos nos enseñan día a día lo que nuestra mente adulta nos obliga a olvidar.Al igual que otras culturas,como bien dice el Sr.Foix, que naufragan aquí emprendiendo una nueva vida.

No sé si estadísticamente se podría comprobar que la gente que menos tiene(con las necesidades básicas cubiertas,claro), son más felices. Puede también ser casualidad ,o cualidad específica de una cultura ,la cual si se estudia ,podría llegar a conclusiones de la evolución sociológica del ser humano.En ocasiones ,esa evolución sustenta la idea de que la gente pobre o los pueblos más indígenas son más esperanzadores y la idea de luchar por una causa,les hace sentirse más felices.


Un saludo.