Siempre se vuelve a Antígona, la pieza maestra de Sófocles, que ha capturado la imaginación de políticos, filósofos, moralistas y artistas durante más de dos mil años.
Es la vieja historia entre el poder y la razón, entre la ley y la verdad, entre la fuerza y la moral. Su conflicto con el rey Creonte sobre el desprecio a los restos mortales de su hermano es una defensa del respeto a los muertos en contra de los intereses de los vivos.
Ante las decisiones injustas de los reyes siempre se pueden invocar las leyes no escritas de los dioses, el sentido común, la razón, el respeto, el humanismo. Y, en un penúltimo término, la libertad. Y en el último, la conciencia.
Seremos una sociedad próspera y justa si somos libres. Lo que encuentro más a faltar en el mundo en el que trabajamos para hacerlo más justo es una falta de verdadera libertad, que respete al otro, que se enfrente a los más poderosos, como Antígona, si hay una injusticia manifiesta o una mentira que se transforma en falsa verdad.
miércoles, septiembre 05, 2007
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3 comentarios:
Y un exceso de autocensura, de miedo, en definitiva, a expresarnos sobre lo que hacen los demás y de exponer lo que queremos. ¿Autorrepresión? ¡Claro! Saludos.
Buena reflexión. La libertad se consigue, nadie la regala. Un saludo.
Coincido plenamente con este post lleno de criterio que nos ayuda a reflexionar y observar que, muchas veces, no estamos equivocados si vamos contracorriente, contra las opiniones que nos quieren imponer sin dejarnos pensar. El pensamiento es el enemigo número uno del poder. Excelente blog.
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