La guerra en sí misma no necesita de ningún motivo en particular y parece tener su raíz en la naturaleza humana. Así se expresa Emmanuel Kant en “Hacia la paz perpetua”, un tratado que formulaba precisamente cómo evitar los conflictos entre estados pero que acaba admitiendo que las guerras son inevitables. La experiencia así lo demuestra desde hace miles de años, tanto entre personas, pueblos, naciones y estados.
El Tribunal Internacional de Justicia con sede en La Haya acaba de pronunciarse sobre la guerra de Bosnia y declara que la matanza que se perpetró en Srebrenica fue un genocidio. El tribunal exculpa a Serbia pero afirma que el régimen de Milosevic no hizo nada para evitarlo. Dicho con otras palabras, el régimen de Milosevic, con la ayuda de los serbios que vivían en Bosnia, son responsables morales o por omisión de un genocidio.
Esta sentencia me recuerda la suerte de los habitantes de Varsovia que al final de la Segunda Guerra fueron incitados por los soviéticos a que se rebelaran contra los ocupantes alemanes. Lo hicieron pero fueron machacados por las tropas de Hitler. Los soldados de Stalin no acudieron en su ayuda. Sólo entraron en la capital de Polonia cuando sus ciudadanos habían sido diezmados por los nazis.
Los soviéticos pudieron entrar sin problema llevándose a los alemanes por delante y sin temer la resistencia de los exhaustos ciudadanos de Varsovia que se resignaron a ser aplastados por los nazis y a ser dominados por los soviéticos en los siguientes cuarenta años.
Las víctimas de Srebrenica y de las matanzas de unos cien mil bosnios en la guerra entre 1992 y 1995 eran principalmente musulmanes hasta el punto que el tribunal internacional califica aquella matanza de genocidio, equivalente a la acción violenta de eliminar a un pueblo.
Los cientos de miles de iraquíes muertos, militares y civiles, desde la invasión aliada de 2003, puede que no se consideren un genocidio pero alcanzan el mismo grado de perversidad a tenor del daño causado cuantitativamente.
El mal causado a víctimas inocentes no tiene nacionalidad y acaba siendo igualmente maligno tanto si es causado por una democracia, por una dictadura o en nombre de una creencia. Sostener la tesis de que el mal tiene sólo su origen en predicadores exaltados, financiados o no por países petrolíferos, pensar que la maldad está siempre en los demás que atacan nuestros intereses o nuestra cultura, me parece una gran simpleza.
Quien sostiene y piensa que el mal está exclusivamente reservado a una categoría de hombres y el bien a otra clase de humanos, está abocado al error del relato trágico. Tanto el bien como el mal conviven en todas las sociedades y en todos los tiempos y circunstancias. Sostengo que las fuerzas del bien superan a las del mal. De lo contrario nuestra especie se habría extinguido hace ya muchos siglos.
Me cansan los debates cargando de maldad a quienes situamos a la otra orilla cultural, ideológica o política reservando todas las bondades a nuestros sistemas y valores, como si nunca desde Occidente se hubiera roto un plato.
Alguien tan reconocido como Zbigniew Brzezinski, lo decía el lunes en El País: “La guerra de Iraq es una calamidad estratégica y moral de dimensiones históricas, comenzada a partir de hipótesis falsas”. El terrorismo es tan inadmisible como una reacción desmesurada para combatirlo. No era necesario invadir Iraq donde no había terrorismo y hoy hay un ejército de suicidas dispuestos a todo.
lunes, febrero 26, 2007
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6 comentarios:
Sr.Foix: Todos somos capaces de desarrollar nuestro lado malo, la diferencia es que unos lo hacen y otros intentamos que no sea así, pero todo eso depende de muchos factores que no siempre controlamos, que no siempre entendemos cuando se producen. Muchas personas que causan el mal no lo hacen porque sean fuertes o crean serlo, más bien por todo lo contrario, hay un fenómeno de compensación muy grande en todo ello. En el nacimiento del mal hay mucho de miserable y en los más miserables radica el nacimiento del mal, de los males que nos ahogan hoy en día.
Aqui hay varias preguntas que me gustaria hacer para que alguien me responda :
Quien crea los conceptos ?
Quien los aplica ?
Quien los padece ?
GRACIAS .
"Sostengo que las fuerzas del bien superan a las del mal. De lo contrario nuestra especie se habría extinguido hace ya muchos siglos."
Mientras leía el artículo de Foix iba, internamente, asintiendo con la cabeza hasta que he llegado a esta frase. Tampoco es que disienta frontalmente, sólo que me parece infundada. Nuestra especie es una entre millones --ciertamente una de las más exitosas, todo hay que decirlo-- pero no creo que haya razones para afirmar que ese éxito se deba a la bondad intrínseca de la misma. De hecho, si hemos de creer a los científicos del ramo, el concepto del bien y del mal es del todo ajeno a las leyes por las que se rigen la evolución y selección de las especies.
Se me dirá que estos conceptos del bien y del mal no son ajenos a nuestra especie en particular. Bien, pero entonces habría que plantearlo en términos intra-específicos: ¿las sociedades en las que las fuerzas del bien superan a las del mal, han tenido un mayor éxito adaptativo (por seguir en términos evolutivos)?. Lo dejo aquí; pretender contestar a esa pregunta, en el pequeño espacio de un comentario de blog, sería, además de ingenuo, abusivo. Sobre todo dado que se aleja del tema del día.
Hoy es un tema de mucho nivel y me siento huerfano de argumentos ante los que me han precedido, todos ellos de mucho calado y bastante profundos, agradezco el esfuerzo que haceis por seguir el blog en temas tan complicados y difíciles como este,
J.VilÁ.
"Dios nunca es el autor del mal. El no quiere el sufrimiento ni la desgracia humana. Dios no quiere las guerras, ni los terremotos, ni la violencia de los accidentes. El no suscita jamás el miedo ni la angustia, sino que comparte la pena de quien atraviesa la incomprensible prueba"(Hermano Roger de Taizé).
Todas las guerras tienen un principio. El deseo, y en un escalón primario, este deseo suele ser el de la avaricia por el poder, el poder del dinero.
Nos pongamos como nos pongamos, todas las disputas bélicas de nuestra historia han tenido un inicio económico, desde el aplastamiento de las civilizaciones precolombinas hasta la guerra de Irak.
Tengo que discrepar con usted, sobre una sutileza, espero me lo permita. Dice que no debemos ser tan simples... yo creo que es de una extrema complejidad llegar a la conclusión de que somos simples, mucho. Lo fácil es derramar ríos de tinta, crear miles de excusas o presuponer cientos de amenazas... pero lo realmente complejo es ser simple.
Imaginemos por un momento que George Bush, en un ataque de sinceridad, hubiese dicho que debía entrar en Irak por qué necesitaba dar un empujón a su economía, y es que la guerra en Estados Unidos es dinero. No en vano, son quienes son gracias a la segunda guerra mundial.
Isarn
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