domingo, febrero 05, 2006

Un conflicto radical

El conflicto es bien simple. Una parte importante del mundo musulmán cree que está librando una guerra de civilizaciones contra Occidente, en nombre de Dios, tanto si lo aceptamos como sino.

Si en Europa aceptamos el respeto para todos, también lo tenemos que ejercitar para aquellos que viven entre nosotros y proceden de culturas muy distintas. Les tenemos que respetar.

La libertad es el motor el progreso. Pero la libertad no pisotea las libertades ajenas. No tenemos libertad para circular en sentido contrario en una autopista, ni libertad para robar, ni libertad para ofender gratuitamente a nadie.

Desde el punto de vista occidental no podemos pretender imponer la libertad en un país con casi doscientos mil soldados. En nombre de la libertad se han cometido muchos crímenes. La libertad no puede progresar sin tener en cuenta la libertad de los demás. Si es así, el choque es inevitable.

Independientemente de quien tenga razón. El antisemitismo resultó ser una perversidad. Y las burlas a las creencias cristianas no pueden convertirse en el pasaporte impune para criticar a otros.

Si uno de los logros irrevocables de la civilización occidental es la libertad no hay que utilizarla para ofender a las creencias más profundas e íntimas de los demás.

Me temo que el conflicto no ha hecho sino comenzar. Quizás tendremos que reconsiderar cuáles son las raíces de la civilización occidental. Paul Valéry decía que tenía tres pilares: la filosofía griega, el derecho romano y la religión judeo cristiana.

A veces no tenemos en cuenta ninguno de estos tres fundamentos.

13 comentarios:

Anónimo dijo...

No se trata tanto de que el fanatismo musulmán dejn de pensar como piensa -allá cada cual-, sino de que no imponga su manera de pensar a los demás.

Creo que es así de simple.

Anónimo dijo...

Recuerdo en los 70 y principios de los 80, los musulmanes estaban en guerra continua entre ellos, Irak contra Irán, Kuwait, en el Líbano, etc
El primer error de Occidente fue intervenir empezando por el Líbano, la URSS en Afganistán y luego contra Irak en defensa de Kuwait, se deberían haber considerado asuntos internos, y conceder la victoria a Irak y entablar relaciones comerciales con el, ya sé que el tema del petróleo no lo admitía, es mejor que se peleen entre ellos ya que el Islam es una religión "muy guerrera" contrario de lo que dicen de que es de paz, ahora con las intervenciones Occidentales lo que se consigue es unirlos a todos desde Las Filipinas, Indonesia hasta el Magreb, el fin del Islam es convertir el resto del mundo a su fe en forma de conquista territorial, y eso ha sido desde siempre, lo que me preocupa realmente es que ya hay irlandeses, alemanes, españoles (claro) etc. que ya se han convertido al Islam.
Para defenderse hay que marcar las fronteras de forma muy clara, en mi opinión y esto va ha molestar a muchos mi propuesta sería que todos los musulmanes que quieran vivir en Europa tendrían que hacer una renuncia de su religión ya que Europa no profesa está fe y puede considerarse enemiga de la libertad, al absolutismo sólo se le puede frenar con otro tajante, que esto sea viable es otra cosa, quizás es mejor convertirnos todos al Islam..?

Anónimo dijo...

Hay algunos que están cometiendo un error grave, y es creer que la libertad de prensa o de expresión está en peligro. Eso no es así.

Ningún gobierno de Europa va a poner en tela de juicio la libertad de expresión, o de prensa, a causa de los últimos sucesos. Ese no es el debate.

Los extremistas de aquí, y los extremistas de allí, nos van a intentar enfrentar, eso no lo dudeis.

Son los moderados los que van a tener que liderar la situación, si no queremos que la cosa acabe mal.

Europa debe exigir inmediatamente a los Gobiernos de las naciones musulmanas que metan en cintura a los extremistas y detengan las escaramuzas, pero sin más agravios verbales y sin extridencias que solo añaden más gasolina al incendio.

BartolomeC dijo...

Sr.Foix:Podemos comprender mejor lo que está sucediendo si ampliamos la definición que hace el Islam sobre las tierras ajenas o de conquista(Dar Al-Harb).
El Dar al-Harb estaría a su vez dividido en tres categorías: la primera la de las tierras donde el gobierno profesa y defiende el Islam (Dar El-Ahd),la segunda la de las tierras donde los gobernantes no profesan el Islam pero respetan a sus seguidores (Dar El-Suhl) y, finalmente, aquellas tierras donde los gobernantes no se vinculan jurídicamente con los musulmanes ni los reconocen de forma especial (Dar Al-Dawa).
Creo que este problema suscitado ahora hay que encuadrarlo en la partida estratégica que se está desarrollando en Irán.

Anónimo dijo...

No creo que se pueda convertir a la gente, desde otra religión o desde el agnosticismo, a tus creencias y a tu forma de pensar (occidental) a base de decreto, como parece aducir el anterior comentarista.

Cuando hablamos de religión, como cuando hablamos de nacionalismo, no lo hacemos desde la razón sino desde el sentimiento. Y, por tanto, cuando ridiculizamos en público, en un medio de comunicación de masas, las figuras e imágenes que son consideradas sagradas por otras personas y que, según su sentimiento y creencia religiosa, no admiten este tratamiento irrespetuoso, estamos nosotros mismos, en primera instancia, firmando una declaración unilateral de guerra que, inevitablemente, y más aún dadas las actuales circunstancias de enfrentamiento, tendrá una respuesta rotunda, más radicalizada cuanto desde posturas más extremas provenga.

Anónimo dijo...

Alguien lo escribirá mejor que yo pero la cuestión es simple.
No me gusta que se hagan caricaturas de Dios o Jesucristo, pero hace ya muchos años que estan en la prensa europea y los creyentes, por lo que sea, aguantaron y callaron.
Así pues no hay motivo para que ahora no se pueda caricaturizar a Ala o Mahoma.
Lo preocupante, con serlo, no son las manifestaciones en las ciudades árabes, sino que los árabes creyentes de Europa protestan. Es decir no saben o no quieren saber en que sociedad trabajan y viven. Me temo que disminuirán o desaparecerán las caricaturas sobre el islam y continuaran sobre las del cristianismo. Es decir habremos claudicado con todo lo que ello representa para nosotros como civilización.

Anónimo dijo...

Hago referencia su artículo de La Vanguardia.

Dice Foix: "El fondo del problema es que Europa funciona como si Dios no existiera y los musulmanes, también los que viven entre nosotros, viven como si Dios existiera. Este es el choque."

Sr. Foix, da la impresión que Vd. equipare la realidad de Dios y la de Alá. Como si fueran el mismo pero con nombres distintos. Europa puede haber olvidado a Dios. Dios nos ha creado libres incluso para que vivamos dándole la espalda o le olvidemos. El dios musulmán, Alá, es un remedo de Dios que lleva a una civilización arcaica, injusta, teocrática, fanática y sin libertad. Europa, ciertamente, podría hacerlo mucho mejor y reavivar sus raíces, romanas, griegas y judeo cristianas (que Vd. cita) pero el choque no se produce por que los “musulmanes vivan como si Dios existiera y Europa no”, sino porque los primeros viven de acuerdo a una imagen de un dios desfigurado que los fanatiza y los orienta no al amor sino al odio.

Anónimo dijo...

Los 3 fundamentos contienen reglas, leyes o mandamientos que se han de complir. La lógica, la ética, la jurisprudencia, la religión son campos con fuerte contenido obligatorio. P. Valery parece indicar que solo los que sean educados en alguno de los 3 fundamentos, y todavía mejor en todos tres, seran capaces de practicar una adecuada libertad. Me da la impresión que en nuestra sociedad occidental abundan los 'no educados'. ¿En estos 'no educados' se incluyen los integrantes del mundo islámico?

Anónimo dijo...

HAY CICLOS EN LA HISTORIA , AHORA VIENE UNO MALO , LA SOLUCION ES IRSE A BRASIL , MONTAR UN BAR ,Y A DISFRUTAR, POR AQUI( EUROPA ) LA COSA PINTA FEA.

YO TENGO BILLETE PARA DENTRO DE UNA SEMANA , YA ESCRIBIRE , SI SIGUE INTERESANDOME LO QUE PASA POR AQUI. .
SUERTE A TODOS .
ALBERT

Juan Milián dijo...

No faltarán quienes acusen a S.P.Huntington por ser un buen analista. Aquellos que antes pregonaban su falta de rigor científico sin haberle leído, ahora dirán que sus tesis se han convertido en profecías que se autocumplen. Que la publicación, hace ya más de una década, de su libro más controvertido, El choque de las civilizaciones, es una de las causas del conflicto actual. Sin embargo, la verdad es que el choque entre el islam y el resto de civilizaciones es muy antiguo. Diría que el expansionismo intolerante del islam nació ya en tiempos de Mahoma. De hecho, la identidad tanto europea como española se ha forjado en gran parte como contraposición a la amenaza islámica. ¿O los españoles ya no sabemos quienes eran los almohades y los almorávides? Si habíamos extraviado una visión histórica de este conflicto es porque la Guerra Fría lo había dejado latente bajo la evidente tensión en el eje Este-Oeste, entre el mundo libre y la esclavitud planificada del socialismo real.

Anónimo dijo...

MIGUEL ÁNGEL Liso
Director editorial del Grupo Zeta

El presidente de EEUU, George Bush, parece que empieza a ser consciente --escrito esto, por supuesto, con todo el escepticismo-- de las consecuencias nefastas que su política errática y diabólica en nombre de la democracia y de la libertad ha provocado en la zona más caliente ahora mismo del planeta, Oriente Próximo. Lo dijo hace unos días en su discurso del estado de la Unión: los estadounidenses son muy adictos al petróleo de esta parte del mundo, una de las más inestables, y es hora de romper esa dependencia a través de la tecnología.
Hace bien en pretenderlo, porque el triunfo del grupo islamista radical Hamás en las elecciones en los territorios palestinos ha sido la última llamada de atención sobre la situación explosiva que vive hoy esa importante región geoestratégica de Oriente Próximo, conformada por 17 países que son los mayores productores diarios de petróleo y poseen en su subsuelo las mayores reservas de hidrocarburos no explotados del mundo.
La Unión Europea también toma posiciones y ha lanzado una advertencia lógica: o Hamás, considerada en Occidente como un grupo terrorista, renuncia a su objetivo de eliminar del mapa el Estado de Israel y lo reconoce como tal, o no le llegará ni un euro de los miles de millones que recibe de todos nuestros bolsillos. Portavoces de Hamás, aunque afirman que no cederán a chantajes, sí han pedido a Europa que no suprima estas ayudas con el fin de no desestabilizar más la zona y aliviar las tensiones. ¿Un guiño creíble y esperanzador de que van a moderarse?
Hoy por hoy es imposible pronosticar hacia dónde evolucionará definitivamente la situación en Oriente Próximo, en Palestina y en la franja de Gaza, donde Hamás ha terminado en las urnas con una década de hegemonía política de Al Fatá, liderada hasta su reciente fallecimiento por Yasir Arafat. Pero la victoria de Hamás no ha resultado sorprendente. La corrupción galopante en la Administración palestina y la ambigüedad ante Israel de los seguidores del presidente Abú Mazen han pasado factura. Hamás, que ha desarrollado una política a largo plazo apoyada en una tupida red de asistencia social, tenía en realidad dos puntos inequívocos y básicos en su programa: la creación de un Estado islámico y la destrucción de Israel.
Damnificado por la victoria de estos integristas --que han provocado con atentados suicidas unos 400 muertos en Israel-- no es sólo el partido gobernante Al Fatá. El tratado de Oslo, sobre el que se asentaba el precario equilibrio entre palestinos e israelís, ha quedado también tocado de muerte, al igual que la absurda política de democratización impulsada por la Administración republicana de Bush. ¡Como si la democracia fuera un molde que se pudiera estampar automáticamente en cualquier país sin tener en cuenta su situación económica y sus tradiciones culturales y religiosas!

ESTA POLÍTICA ha fracasado ya claramente en Irak, donde la lista electoral apadrinada por EEUU fue derrotada en las primeras elecciones democráticas sin paliativos y donde la violencia de los insurgentes sunís y de Al Qaeda no deja de cobrarse diariamente sus decenas de muertos. Lejos de conseguir en Irak una democracia estabilizada, Bush y su socio británico, Tony Blair, han colaborado para situarnos en uno de los momentos más tirantes y peligrosos que se recuerdan desde hace décadas en el mundo.
También es otro fracaso de esa política democratizadora y libertadora promovida por Bush la elección como presidente de Irán del radical islámico Mahmud Ahmadineyad, quien ya se ha atrevido a retar al mundo occidental al asegurar que su país está dispuesto a enriquecer uranio, un paso previo necesario para dotarse de armamento nuclear.
EEUU debería reconsiderar muy seriamente, aunque no lo hará, su actuación en Irak y en toda la zona, evaluando los numerosos errores cometidos y su efecto devastador sobre el mundo islámico, más en auge que nunca. Como debería reconsiderar, también, los términos de su apoyo a un Israel que, cada día que pasa, se está convirtiendo en un gendarme más malcarado de inconfesables intereses petroleros. Porque otro ingrediente de esta explosiva situación es la precaria posición de Israel. La virtual desaparición de Sharon, hoy enfermo terminal, de la escena política israelí no es buena noticia para nadie. El antiguo halcón, con un pasado que es mejor olvidar, fue capaz de desactivar el potencial explosivo de las colonias israelís en Gaza y representaba, junto con Simón Peres, una esperanza para el centro-izquierda político en Israel y una política de continuidad en la línea de los acuerdos de paz de Oslo. Queda por ver cómo gestiona el Estado judío la creciente presión que se ejerce sobre él.

¿Y EL ISLAM? Ojalá iniciara de una vez su inaplazable proceso de reflexión y examen. Entre los 22 países islámicos no hay ninguna democracia verdadera. Es un hecho lamentable que casi todos los países árabes son hoy menos libres que hace 30 años. Y, lo que resulta aún más inconcebible, también son más pobres o menos ricos. Como ejemplo, Arabia Saudí, un país de enormes recursos naturales y una renta per cápita que en los últimos 10 años ha caído desde los 17.000 dólares anuales a los 7.000 actuales. Resulta obvio que el fracaso cultural del mundo islámico a la hora de incorporarse a una modernidad que se sintetiza en un respeto estricto a la libertad, a los derechos humanos y a la igualdad entre las personas, es el último ingrediente, muy letal, por cierto, para ver con pesimismo lo que se avecina en Oriente Próximo y sus repercusiones en el resto del mundo.
Y ahora, por si hubiera poco, nuevas amenazas de los radicales islámicos por la publicación en Occidente de unas caricaturas de Mahoma. ¡Cómo si no hubiéramos tenido suficiente ya con las hogueras de la inquisición!

Yrsa Roca Fannberg dijo...

Alguien ha preguntado un musulman, como se siente en Europa, como se siente tratado, tendio una relacion digamos. Me parece que la mayoria de la gente solo base sus opiniones a base de prensa o imagenes de fundamentalistas. A mi me parece MUY peligroso tomar todos los musulmanes por terroristas o que no se quieren integrar. Si tratas a alguien de criminal o tiene mas remedio de ser un criminal.
Todo el mundo que ha vivido en un pais extranjero sabe lo cual dificil es integrarse. Los españoles fuera suelen estar con españoles, comen comida españoles (por ejemplo en el Reino Unido), hay que intentar hacer algo personalmente por los imegrantes y no solo a nivel estatal.

Estoy bastante cansada del pensamiento imperialista (que sigue) del oeste, tenemos el derecho de decidir como se tienen que vivir etc. No es extraño que se han cansado de ser nostros popetes.

Anónimo dijo...

Si se toman en serio las palabras

DANIEL CAPÓ

La historia intelectual de la Europa de los últimos años -de los años, me refiero, que van de la solución final del nazismo al estertor finisecular de los Balcanes- se ha caracterizado por pretender hacer suyo, ya sea a favor o en contra, el imperativo categórico que Theodor Adorno lanzara hace más de treinta años: "que no se repita Auschwitz, que no vuelva a ocurrir nada semejante". La Unión Europea surgió, precisamente, como respuesta política a la catástrofe de la II Guerra Mundial, como intento, diríamos, de dar por finalizadas las contiendas armadas que habían desgarrado Europa. Y luego, claro está, como consecuencia más o menos planificada, como método más o menos consciente, tenemos la amnesia cultural e histórica que pasa por acallar la memoria de los testigos de tanto horror -un horror cuya geografía une Treblinka con el archipiélago Gulag, Sobibor con Armenia-, quizá porque se creyera que sólo olvidando, no ya negando su existencia, sino convirtiéndola en inerme, se podría cerrar el pudridero moral que surgió a los pies mismos de la cultura occidental. Pero Auschwitz sucedió -como sucedieron Lubianka y los campos de Pol Pot, Kolymá y la revolución cultural china- y ningún retrato del siglo XX será completo si olvidamos que las sombras del ayer también son parte de la luz del presente. O dicho de otro modo: que en el espejismo de nuestra época actúan, como radiaciones, la sombras amenazantes del pasado.
Digo esto porque, si se toman en serio las palabras de Adorno, si de verdad se cree que las víctimas tienen una razón moral que apela en lo más íntimo al hombre de hoy exigiendo que el horror no se repita, deberíamos recordar que ninguna sociedad está exenta de su dosis de locura y que sólo desde el respeto último a la dignidad del individuo -una dignidad que no nace de ninguna ley sino de la propia fragilidad humana- es posible discernir la justicia de la venganza, el miedo o el resentimiento. Y también, por qué no decirlo, de la pusilanimidad ante el mal.

Europa -y en general todo el mundo occidental, porque América, de norte a sur, no es sino un apéndice histórico de la cultura europea- ha entrado en el siglo XXI con el grave desafío del islamismo radical. Y aquí es bueno, creo yo, volver a las palabras de Adorno y separar al hombre, al hombre concreto y singular, de cualquier construcción ideológica. En un interesante artículo publicado el pasado martes en El País, Hermann Tertsch recordaba cuáles son las fortalezas de las sociedades libres frente a la amenaza de la intifada global; léase: la defensa de la libertad y el respeto por la dignidad de las personas y las instituciones. Lo contrario, caer en el miedo o el resentimiento, en la pasividad o la cobardía, sería hacerle el juego no sólo al radicalismo, sino sobre todo a las sombras del pasado que estuvieron a punto de aniquilar Europa. Y si entonces hubo gente -de Bonhoeffer a Walter Benjamin, de Joseph Roth a Stefan Zweig- que se atrevió a denunciar la locura de los totalitarismos y de la judeofobia, es importante que ahora no se confunda la defensa de las sociedades libres con la creciente tentación de la islamofobia. Están en juego las palabras de Adorno. Y mucho más.