Washington
Una cola de centenares de personas entraba y salía con fluidez de la sede del Washington Post para comprar la última edición del periódico que se ha agotado en todos los puntos de venta del Distrito de Columbia. Me hospedo a unos cien metros del histórico diario y a las once de la mañana, con un café en la mano y ponderando las emociones de la última noche, también espero entrar para recoger un ejemplar que titula con fuerza Obama makes history.
Hay muchos negros pero también jóvenes blancos, hispanos, funcionarios y gentes que se añaden a todas las colas. Se me antoja que las hileras humanas formadas ante el sólido edificio del Post son un mosaico del país que ha entrado en la era post racial enviando al primer ciudadano negro a la Casa Blanca.
Hay más emotividad que racionalidad en estos momentos históricos en los que se ha superado el más imaginativo guión de un director de Hollywood. Obama lo expresó con una frase simple ante el cuarto millón de ciudadanos de Chicago, de procedencias étnicas, culturales y sociales diversas en el gran parque de la gran ciudad de Illinois: “América es un lugar en el que todas las cosas son posibles”.
Muchos tópicos sobre la sociedad americana se estrellaron el martes en las urnas de este inmenso país. Lo más remarcable es el impecable discurso del vencedor pero también la generosa concesión de la derrota por parte de McCain que elogió sin matices la personalidad de Barack Obama. Incluso el presidente Bush abandonó su largo silencio y habló al país diciendo que “muchos pensaron que no vivirían para ver este día”. La misma Condoleezza Rice, secretaria de Estado, ha declarado que “la raza ha dejado de ser un factor clave en nuestras vidas”.
Estados Unidos ha sepultado el pasado de Bush y ha confiado el futuro a Obama. Ha enterrado las viejas ideas y ha abandonado el viejo concepto de que América tiene que ser necesariamente blanca. Lo más paradójico, sin embargo, es que han sido los blancos los que han dado la victoria a un demócrata negro, entre otras razones porque son mayoría. Las estimaciones indican que un 47 por ciento de blancos han votado a favor de Obama.
La América real y la América liberal se han encontrado y han decidido dar un giro a la política de un país que atraviesa la crisis más severa de la última generación. Los cambios de ciclo histórico en la política americana se producen en tiempos de agobio convirtiendo los problemas en una oportunidad de regeneración.
Obama ha conseguido cosechar los votos en las minorías, los jóvenes, los independientes, los que piden a gritos una reforma en el sistema sanitario y los que no han compartido desde el comienzo la aventura militar en la guerra de Iraq.
Los perdedores han sido los cristianos evangélicos, los partidarios del mercado como la mejor fórmula para crear y repartir riqueza creando bolsas inmensas de pobreza y los llamados conservadores sociales.
Obama sabe que su victoria no ha sido un plebiscito, ha ganado por seis puntos de diferencia a McCain, que le permita hacer borrón y cuenta nueva aplicando sus ideas como si en el país sólo hubiera demócratas. Sus respetos sinceros a McCain y sus promesas para servir a todos los americanos no han sido el cumplido propio de todos los ganadores en todas las elecciones de todo el mundo.
Se puede afirmar que Obama no ha ganado por ser negro sino porque era el candidato más idóneo para hacer frente a los retos que tienen Estados Unidos y que, por extensión, tenemos todos los que, con todas las variantes posibles, nos movemos en el universo del sistema liberal capitalista.
Obama ha hecho una campaña brillante, impecable, con una energía y una convicción que han cautivado a gentes del plural espectro social americano. Pero ha hecho lo más fácil si se contempla la tarea que le espera a partir del 20 de enero. Su discurso articulado, muy bien pensado, su oratoria electrizante, la concurrencia de millones de americanos que han contribuido en la era de la información en red a su victoria, le ha abierto las puertas de la Casa Blanca.
Lo más interesante a partir de hoy es que Obama no significa simplemente un cambio ritual de presidente, una alternancia de partido en el poder que, en este caso, tendrá la mayoría en las dos cámaras del Congreso. Al igual que Roosevelt en 1932, Kennedy y Johnson en los años sesenta y Reagan en 1980, estamos ante una corrección del modelo en cuestiones económicas, sociales, políticas y militares.
Obama llega con un discurso coherente a la Casa Blanca. Pero sólo es un discurso que habrá que aplicar con determinación sabiendo que las mayorías absolutas en este país suelen ser peligrosas para el presidente de turno.
Quedan muchos días para preparar el traspaso de poderes en Washington. El “sí podemos” tiene que traducirse en el “sí lo haremos”. Ha ganado porque el país está sumido en una crisis de fondo pero las promesas pueden desvanecerse si a en los primeros meses no toma decisiones que tendrán que ser necesariamente impopulares.
La alianza de la gran prensa y de las principales cadenas de televisión le dará un periodo de gracia. Los perdedores también tienen sus instrumentos mediáticos para marcarle de cerca, especialmente en una situación en el que el poder se concentra en el partido demócrata.
El mundo ha acogido con satisfacción y entusiasmo el cambio en Washington. Pero el desenlace de las guerras en Oriente Medio no será fácil ni rápido. Estados Unidos ha empezado a recuperar una cierta autoridad moral que quedó maltrecha en los dos mandatos de Bush.
Tiene que contar con el Pentágono y con el alto estado mayor, con los servicios de inteligencia, con las noticias no siempre agradables que llegarán de los frentes de guerra. Muchos de los militares de alta graduación han estado identificados con la estrategia de los años de Bush.
De quien designe como secretario de Estado, de Defensa y de los servicios de inteligencia dependerá mucho la materialización del cambio prometido.
Y, finalmente, tendrá que definir el papel del Estado ante la crisis financiera que en buena parte ya está en manos del gobierno. Este será seguramente su gran reto más importante.
jueves, noviembre 06, 2008
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6 comentarios:
Sr.Foix: Dicen las malas lenguas que una vez saberse ganador Obama y habiendo conocido de primera mano la magnitud de la crisis ha pedido que se recuenten los votos de nuevo...Bromas aparte Sr.Foix he de felicitar a quien haya tenido la buena idea de mandarle a cubrir la campaña electoral, hemos tenido una visión muy cercana de estas elecciones que a no dudar marcarán toda una época. Personalmente creo que el perdedor ha sido Bush, sin Bush y sus errores Obama no habría tenido esta oportunidad. Cuando vuelva y vea miles de personas en la calle no piense que son seguidores de Obama jubilosos, son parados que se manifiestan.
And a young man of color at that, a phenomenal standout from a new generation of elected leadership, far less tried than many of his elders but far more gifted politically.
"Let freedom ring"...
Sin lugar a dudas, con la elección de Barack Obama estamos viviendo un momento histórico. Tras siglos de injusticias, el movimiento por los derechos civiles, la rebeldía de Rosa Parks o la sensatez del doctor King están viendo sus frutos.
"Free at last"? Todavía tenemos que esperar un tiempo, porque Obama deberá lidiar con las alas más duras, que aún siguen volando. Sin embargo, sí tenemos la impresión de encontrarnos en una parte ya bastante avanzada del camino.
Hola... siento mucho triunfalismo frente a la elección de Obama. Solo que con los norte americanos uno no se puede confiar, pues en su idea original los descendientes del Tio Sam son primero ellos, segundo ellos y tercero ellos. Saludos desde Colombia.
cahucaopina.blogspot.com
///ENRIC///
Obama no ha empezado y ya ha hecho historia, pero hay que esperar a ver lo que hace si es que hace algo, no me gusta tanto triunfalismo, lo veo infantil, hay que ver resultados y concretar, hay que concretar, no lo veo nada claro, pero nada de nada.
Enric,
con toda mi humildad, pienso que no puede ser peor que lo que hemos vivido en estos últimos ocho años con la administración de Bush hijo.
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