Los moralistas de todos los tiempos han lamentado siempre la profunda decadencia moral de los días en que vivían. No lo hacían en virtud de estadísticas comparativas, puesto que no disponían de ellas. Sólo veían que la mayor parte de los hombres de su tiempo eran malos. He recogido este párragrafo de un libro escrito en 1935 por Johan Huizinga, Entre las sombras del mañana, editado ahora por Península, que recoge el pesimismo ambiental de tantos pensadores y escritores de los llamados tiempos de entreguerras.
Esta desconfianaza sobre el futuro la dibujó con un pesimismo casi científico, Oswald Spengler, en La decadencia de Occidente, escrito en los años veinte. Thomas Mann huyó de Alemania y avisaba de la tragedia que se avecinaba, al igual que Sebastian Haffner, periodista y escritor, dejó escrito en Historia de un alemán sus memorias de 1914 a 1933 que se encontró entre sus documentos privados en 1999, el año de su muerte.
En todas estas visiones premonitorias se detecta una indiferencia a la verdad que se observa en todas partes y que en el encarecimiento público del engaño político llega a su apogeo.
La verdad se oscurece cuando la libertad está condicionada y cuando la mentira se abre paso sin que nadie la detenga y la denuncie. Sin libertad, la justicia se convierte en una caricatura del respeto que merecen los demás. Así ocurre cuando la verdad de los políticos se transforma sutilmente en propaganda sin el contrapeso de la responsabilidad de quienes se entretienen en encubrirla en vez de exponerla a la luz del día.
No comparto la sensación catártica, ese estado del espíritu en que se quedaban los griegos después de haber contemplado la tragedia. Es tiempo de construir y no de contemplar ruinas. Aunque sean pocos los albañiles y aunque la crisis económica amenace con tormentas sociales y políticas.
Es tiempo de construir desde las ideas y convicciones propias contrastándolas con las ajenas, de contemplar el aspecto más positivo de la condición humana y de las instituciones que sirven a la sociedad. El desánimo conduce al solar del desengaño mientras que el optimismo visualiza la luz del final del túnel, incluso antes de penetrar en él. Es evidente que vienen convulsiones inciertas pero refugiarse en la fatalidad me parece una forma cómoda para abandonar la fuerza creadora de la libertad y el respeto al otro.
martes, marzo 25, 2008
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5 comentarios:
Sr.Foix: Ya sabe Vd que toda idea que se precie pasa por fases muy curiosas, em primer lugar todos la tachan de ridícula,posteriormente sube al estado de peligrosa y finalmente una vez aceptada socialmente resulta que todos, absolutamente todos, la sabíamos. Aportar ideas es la clave, ideas que ayuden a generar optimismo, sin falsas ilusiones ni trampas, sin electoralismos por medio, sin populismo.
Pero la política hoy es ante todo la lucha por acceder al poder y la posterior gestión de los recursos del estado, en ese proceso no existen planteamientos más allá de dos años vista, dos años para preparar el acceso y dos para gestionar; las ideas hoy duran lo que dura el engaño que la promueve. Los partidos deberian buscar y elegir a esas personas capacitadas intelectual y socialmente para aportar esas ideas nuevas, pero por desgracia esas personas son vistas como peligrosas y relegadas a meras figuras decorativas en el mejor de los casos.
"La verdad se oscurece cuando la libertad está condicionada y cuando la mentira se abre paso sin que nadie la detenga y la denuncie".
Completamente de acuerdo.
J.Vilá.
O quizás,simplemente,estamos todos tan atareados que no tenemos tiempo de detener o denunciar la mentira...O tal vez, instalados en nuestra propia comodidad,nos resulte más fácil la crítica.Un saludo
Lluís, nos invade el pesimismo.
A Sinblanca...
"Sabemos que Cataluña no tiene ninguna base histórica como nación" (o algo así).
Te has retratado amigo. Cambia el Sinblanca por "Sincultura".
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