domingo, octubre 08, 2006

Asesinato en Moscú

Anna Politkosvskaya está en la lista de las victimas de las guerras modernas. Ya no hay infantería, ni artillería, sólo guerras destructivas, activadas por manos desconocidas, por poderes dictatoriales o democráticos, que por razones de estado lanzan operaciones que liquidan a miles de personas.

Anna era la que más sabía de Chechenia. Había recorrido hasta el último rincón del país. Conocía las miserias de los resistentes y terroristas, de los oficiales del ejército ruso, los mercenarios de los puestos de control que exigían sobornos, los pícaros que se beneficiaban de la situación, los colegas que se acomodaban al silencio.

Politkosvskaya ha ingresado en la tribu de miserables que son eliminados por lo que cuentan pero, sobre todo, por lo que saben, por lo que pueden a llegar a contar, por no estar del lado de nadie sino simplemente contar la verdad que pasa por sus ojos.

La Rusia de Putin no es mejor que la de Eltsin. Desde el punto de vista periodístico, de libertades, no es mejor que la de Breznev o la de Kruschev, la de los zares y la de Stalin.

El asesinato de Anna en un ascensor de Moscú me ha sorprendido con la lectura de un libro del corresponsal de guerra, Vasili Grossman, que escribió para el semanario Estrella Roja durante la segunda guerra mundial. El texto ha sido reeditado por Anthony Beevor incluyendo el dietario personal de Grossman que no era publicado en el semanario moscovita controlado por el partido.

Grossman era un periodista honesto que fue instrumentalizado por la propaganda de Stalin. Anna es una periodista que simplemente pretendía contar lo que ocurría en Chechenia, el fracaso de las operaciones militares, los miles de muertos, la locura de una operación militar para combatir a los chechenos que, a su vez, se peleaban entre ellos.

Putin es respetado y bienvenido por todas las autoridades europeas. Tambén por Estados Unidos y por todos los países de Oriente Medio. Es cierto que Rusia sigue siendo una gran potencia y que lo que ocurra en Moscú va a afectar a todo el mundo, como ha ocurrido desde los tiemos de Napoleón.

Pero en Rusia no hay libertad. Y me atrevo a vaticinar que no habrá progreso político, social y humana. El asesinato de Anna Politkovskaya es una ignominia para las libertades de los rusos. Y es una carta blanca para un régimen que vive bajo el manto de Putin, un zar cualquiera, procedente de la KGB, un hombre que sigue la tradición de todos sus antecesores desde Pedro I el Grande.

La autoridad y la seguridad pasan por encima de la libertad, la pisotean, y además pretenden ser los salvadores de la patria.

5 comentarios:

BartolomeC dijo...

Sr.Foix: Hay mentes infames que todavía no quieren entender ni aceptar que matar al mensajero no significa matar la verdad, una verdad que, como decía Cervantes, anda sobre la mentira como el aceite sobre el agua.

Anónimo dijo...

El mutismo del Kremlin es un claro indicio.


J.Vilá.

Anónimo dijo...

En Rusia, desgraciadamente, sigue sin haber libertad, continúan los metodos que ya existían en la época zarista y en los tiempos de la dictadura comunista. Al que molesta por que dice la verdad que conoce a fondo, se le elimina y ya está, todo queda en la más absoluta impunidad.
En mí opinión Rusia carece de tradición democrática, del despotismo de la época zarista se pasó a la dictadura comunista. Vivir en democracia no es fácil, sobretodo para aquellos que se resisten a perder el poder absoluto. El pueblo ruso merece vivir en democracia.
También quisiera destacar que Rusia no conoció nunca el Derecho Romano, quizas sería distinto si hubiesen conocido y aplicado sus instituciones.

Anónimo dijo...

Cuando todo parecía que se iba a encarrilar bien, apareció Yeltsin subido a un tanque, y todo volvió a ser como siempre.

Anónimo dijo...

Sr. Foix:
Ya sé que no se mete en los debates entre sus seguidores.
Pero, me gustaría saber si su última frase no sería aplicable a muchos lugares del planeta. Alguno no muy lejano, ciertamente.