El momento más desconcertante para un líder político es cuando pierde el control de su destino. Incluso para aquellos dirigentes que han marcado una época. Le ocurrió a González, a Thatcher, a Kohl, a Pujol y a tantos como han existido. La política es severa, cruel a veces, implacable y cíclica.
El ejemplo más actual es Tony Blair, un primer ministro que ha abierto una tercera vía en la izquierda europea, y que ahora asiste al último congreso laborista en Manchester como primer ministro y líder del partido, después de haber ganado tres elecciones consecutivas, algo que ningún laborista había conseguido.
Blair no controla ni siquiera el calendario de su salida. Él ha trazado la fecha de caducidad en un año. Pero los acontecimientos se pueden precipitar y verse en el trance de abandonar el gobierno mucho antes.
Harold Wilson solía decir que una semana es un plazo muy largo en política. Tanto es así que el mes de marzo de 1976 nos convocó a centenares de periodistas en Westminster para anunciar misteriosamente su dimisión.
Sus declaraciones en el sentido de que había perdido el interés por la política porque sus tres cortos periodos como primer ministro habían cambiado muy poco las cosas, no resultaban creíbles.
Blair ha introducido un concepto menos dogmático, más flexible y menos ideológico de la política. En su conferencia en Manchester el sábado dijo que los británicos estaban disgustados con el Partido Laborista por haber dedicado demasiadas energías en las intrigas internas sobre su sucesión olvidándose de los intereses de la gente.
El electorado es cada vez más más inteligente de lo que creen los políticos. Porque dispone de toda la información y es capaz de tener criterio propio al margen de los rifirrafes que nos suministran sin pudor en las imprescindibles campañas electorales.
La izquierda europea ha despreciado a Tony Blair. Porque no ha sido capaz de establecer puentes sólidos entre la administración Bush y la Unión Europea. Pero, básicamente, porque ha traicionado los principios fundacionales de los partidos de izquierda.
Blair abrazó los conceptos thatcheristas de libre mercado pero mantuvo la presencia incuestionable del Estado en el empleo, la educación y la salud. No es una casualidad que tanto Sarkozy como Ségolène Royal se hayan declarado blairistas, cada uno a su manera. Wouter Bos, el líder laborista holandés, dice haberse inspirado en Blair. Incluso el conservador sueco, Fredrik Reinfeldt, ha confesado sus tendencias blairistas al buscar en el centro sociológico los votos que han desbancado a la socialdemocracia sueca.
No parece que Blair sea objeto de estudio e inspiración para la derecha española liderada por Mariano Rajoy, conducida en buena parte por los muecines mañaneros de las ondas y por los aprendices de Watergates de pacotilla.
La historia política de Blair nos habla de que los políticos son importantes, los programas también, pero lo que cuenta es el liderazgo, la convicción y la seguridad que dan a quienes van a ser gobernados. No lo reconoce Blair pero su alianza con Bush en Iraq le ha apartado de la opinión pública. Ese ha sido su gran fracaso. Una guerra sin justificación, con muchos miles de muertos y sin salida militar y política a la vista.
Gordon Brown ha sido el eterno sustituto de Blair y su contrincante en el seno del gobierno como ministro de Hacienda. Cuando ayer proclamaba su lealtad al primer ministro, la señora Cherie Blair dicen que dijo: “esto es mentira”.
El problema del laborismo británico ya no es Blair sino Gordon Brown al que le pisa los talones demoscópicos un joven conservador, David Cameron, que con una sola frase enterró el thatcherismo y el blairismo: “la sociedad existe, pero es distinta del Estado”, una versión más moderna que la frase de Thatcher invocando los individuos por encima de la sociedad.
Tanta juventud asomando en los altos puestos de mando de Europa es una invitación a la retirada de cuantos nos divertimos, y mucho, desde lo alto de las columnas de la edad, del paso del tiempo que lo devora todo, del distanciamiento que nos pruduce haberlas visto de todos los colores. Empujen todo lo que quieran pero no nos echen. Ya nos iremos.
lunes, septiembre 25, 2006
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5 comentarios:
Sr.Foix: Es difícil saber irse a tiempo y más difícil es saber llegar a tiempo, personalmente tengo la impresión que a Gordon Brown se le ha pasado el arroz. Excluir a las personas por su edad es un error, tanto por exceso como por defecto, me viene en el recuerdo el añorado Juan Perucho en su "despedida a mis queridos lectores" de La Vanguardia, Perucho nos dejó un poema que sólo la experiencia y la madurez pueden crear.
"En torn de Déu,
com en torre vetusta
He donat voltes.
Veig la meva faç
allunyar-se de mi,
i encara que sigui
la darrera vegada
el cor em batega alegre,
sense tristesa."
---Esa juventud que llega empujando, esperemos que venga con alguna idea nueva y soluciones a los problemas que nos rodean---
///ENRIC///
La mayoría de los políticos no saben irse, pretenden seguir mandando en la sombra como si fueran imprescindibles.
Algunos periodistas tienen la manía de "enterrar" o "levantar" posiciones como si ya hubieran vencido en sabe Dios donde.
Yo no veo que David Cameron haya inventado la pólvora, y sus eslogans no son originales, de hecho yo hace tiempo que no veo grandes disertaciones ideologicas en la política actual, porque ya no hay criterio, ya no hay motivaciones ni hay argumentos.
El centro no existe. Empecemos por ahi.
El President Pujol ho va explicar força bé amb el seu "jo no em retiro, m'enretiro".
Salut,
Marc Arza Nolla
www.catalunyafastforward.blogspot.com
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